jueves, 13 de octubre de 2011

La represión sexual en el capitalismo. El miedo y la desdicha se reflejan en todo

La inmensa mayoría de personas son víctimas de la persecución y frustración sexual de las instituciones más castradoras del sistema capitalista: la escuela (construcción del Estado para educar en la alienación a los infantes), la iglesia y la familia (que aún siendo proletaria, arrastra la moral burguesa como un valor inmarcesible). Según el desarrollo de nuestro escrito, esa malhadada sexualidad, se refleja en acciones aprensivas o conservadoras a la hora de desafiar la expoliación que sufre la clase obrera en el sistema. Wilhelm Reich nos dice, que nada de lo explicado anteriormente es accidental. Sin caer en la delirante y absurda teoría de la Conspiración que enreda la esencia de la crisis sistémica del capital, podemos notar que como dice WR enLa lucha sexual de los jóvenes: “la familia, [la iglesia] y la escuela, no son más que talleres del orden social burgués destinados a la fabricación de sujetos discretos y obedientes. El padre es el representante de las autoridades burguesas y del poder del Estado en familia” Exacto, la superestructura social indica que todo está hecho precisamente para esa deformación educativa.

Por ello, es normal que la exigencia de un padre comúnmente despótico: obediencia ciega, prohibición de la protesta, ausencia de opinión personal y represión; sea la copia acotada del abominable hostigamiento de los Estados donde una clase (que no trabaja) oprime a otra (que hace todo el trabajo que permite la reproducción de la vida). Así, desde el ámbito estadal se irrigan esas relaciones íntimas de explotación y violencia. De hecho, los episodios de violencia doméstica, devienen de las relaciones violentas en las cuáles se desenvuelve la sociedad en el proceso de producción de bienes y servicios.

Todo ese proceso de represión llevado al plano sexual, exige un enorme gasto de energía (psíquica y nerviosa) que eventualmente ocasiona trastornos vinculados al freno de pulsiones y deseos sexuales que pudieran desarrollarse, pero que son duramente castigados por la sociedad. Esto, es un factor de inhibición de la crítica, la actividad y el intelecto liberador. Por ello, el capital se esmera en castigar expresiones de autonomía sexual que puedan escurrirse de la mercantilización del Eros en el capitalismo.

La batalla por liberar (sobre todo en la pubertad) a la población de la moral burguesa, determina en buena parte las posibilidades de convertirse en un revolucionario consciente del papel histórico de la liberación del proletariado; o de ser militante de un partido socialdemócrata (liberal) o de transformarse en un espíritu indolente que divaga en la soledad del vacío de su castrada e inútil existencia. Luchar contra la moral burguesa es indispensable para la construcción de una verdadera humanidad. Es hora de echarle tierra a la reacción, para evitar que nos consuma.

Tomado de "Alienación, plusvalía ideológica, plusvalía sexual y la represión sexual del capital" de Manuel Sutherland

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