sábado, 15 de octubre de 2011

Masculinidad hegemónica, misoginia y homofobia

La cultura occidental, patriarcal y heterosexista, ha impuesto un tipo de masculinidad hegemónica con carácter normativo, pero que tiene un carácter misógino y homofóbico. En este contexto, la asociación entre masculinidad y violencia es socioculturalmente significativa.

La identidad de género no tiene la consistencia que se cree ni se deriva inequívocamente de una anatomía específica. La anatomía y el sexo no existen de manera independiente a un marco cultural que les de sentido. Tanto las masculinidades como las feminidades son prácticas sociales que se forman en la interacción entre lo biológico, lo sociocultural y lo psicológico.
El género es un constructo social, histórico, y por tanto sujeto a reformas. Es una forma cultural de configurar el cuerpo. No es un sustantivo sino un hacer, un performance continuo. “Soy alguien que no puede ser sin un hacer”(Butler,2006:16). El género es una compleja puesta en escena de auto-representación y auto-definición. La masculinidad se ha construido sobre la base de la diferenciación y negación de los otros; especialmente de mujeres y gays. La masculinidad se asocia a la potencia, el control y el dominio y la feminidad se relaciona exclusivamente con la fragilidad, debilidad y pasividad, con el consiguiente rechazo. El plano simbólico y el orden del lenguaje se estructuran jerárquicamente y se hacen vehículos de imágenes y representaciones que no son nada neutrales.

El orden falocéntrico marca el inconsciente colectivo. La masculinidad es una identidad endeble que se sustenta en la negación o en la agresión de otras identificaciones u opciones. es una frase que los adolescentes escuchan y repiten sin cesar. El sexo anal es el tabú sexual por antonomasia (Buxán,2006).

(…)A partir del momento en que las relaciones sexuales son entendidas como una forma de dominación y de poder de la parte activa -masculina- sobre la parte pasiva -femenina-.la peor humillación que un hombre puede sufrir, según la visión hegemónica de la masculinidad, es la que consiste en ser tratado como una mujer, es decir, ser poseído(…)(G.Cortés en Buxán,Xosé,2006:110).

Las identidades masculinas se han construido sobre tres bases: el individualismo, la misoginia y la homofobia (Badinter,1993,citado por Guasch,2006:100). En la construcción de la masculinidad hegemónica, el sexismo y la homofobia se interrelacionan. Al marico se le identifica con la mujer. La féminas y los homosexuales conforman la otredad inferior. De esta manera, la homofobia condiciona todas las formas de ser hombre en las sociedades occidentales. Se manifiesta como aversión, miedo u odio de distintos grados a la homosexualidad, sus protagonistas, estilo de vida y cultura.

La homofobia es una estrategia social para indicar las fronteras de género y establece sanciones a quienes no se adecuan al modelo prescrito. Entre heterosexuales y homosexuales masculinos, el marico y la loca, respectivamente, son estigmatizados como aquellos que incumplen dentro del grupo–según ellos- los estándares de masculinidad deseables.

En el proceso de socialización muchos gays internalizan los prejuicios que los straigth tienen de ellos. Esta asimilación de los prejuicios societales en contra de su grupo genera baja autoestima, repudio hacia sí mismo e inclusive odio hacia otros homosexuales. Es el caso típico del Ministro que perseguía implacablemente a los homosexuales en Cuba, relatado por Ernesto Cardenal en su libro En Cuba, que también era gay. O el del acosador escolar de Justine en Queer as Folk, que lo hostiga por su homosexualidad, siendo el mismo homosexual. No es raro que cualquier gay tenga un relato al respecto.

En la vida cotidiana, más allá de criterios estéticos y de estilos plenamente válidos, el rechazo visceral que algunos gays “modernos” sienten hacia “la loca” u otredad endogámica, evidencia el fenómeno aludido. “La loca” siempre es el otro, la “fuerte” en sus gestos, actitudes y verbalizaciones. Las “plumas” son indicios indeseables bajo los cuales se opera la reproducción de la exclusión en el seno del grupo. En otros casos se trata de individuos que debido a la represión sexual, ora apagaron intencionalmente su homosexualidad, ora desarrollan una doble vida y sienten un profundo resentimiento y rabia hacia aquellos que ejercen su libertad a pesar del contexto.

A mi manera de ver las cosas, la homofobia sería aceptable como término, en la medida que se le relaciona con otros fenómenos tales como la xenofobia, es decir, si se le define dentro de parámetros socioculturales y no clínicos, lugar desde donde debe desplazarse la discusión. Las representaciones sociales heterosexistas -traducidas en normas, leyes, conductas, actitudes, categorías- son las que efectivamente segregan por la orientación afectiva-sexual. Sin este traslado en la tópica de la reflexión, corremos el riesgo de etiquetar a los otros de enfermos. Como la mayoría de los fenómenos sociales, la homofobia tiene una etiología y manifestación multicausal, pero al menos hemos de evitar que prime la dimensión psiquiátrica y darle una tonalidad en donde predomine el aspecto psicosocial. De hecho, los estereotipos y los prejuicios conforman las representaciones sociales homófobas. Estas últimas surgen y suelen sostenerse a través de los mismos mecanismos del etnocentrismo occidental.
Las mayorías aplican consciente e inconscientemente estereotipos negativos a las minorías, para justificar y legitimar ciertas actitudes, creencias y conductas opresivas. Los prejuicios justifican y racionalizan ciertas posiciones privilegiadas y se refuerzan con casos aislados que se extrapolan a toda la minoría. Las diferencias son concebidas de manera simplista y exagerada.

Muchos autores plantean que la categoría misma de homosexual es un tipo de estereotipo: el estigma. En este caso funciona como un rótulo de diferencia que desacredita e imposibilita la plena aceptación social y que es harto suficiente para conocer cómo es una persona. Es como si bastara que nos dijesen que alguien es heterosexual para conocerlo. El estigma es un símbolo, un atisbo para conocer la identidad de un sujeto y puede ser físico, caracterológico o tribal (Maroto,2006). Goffman (1963) relaciona la identidad estigmatizada con la identidad deteriorada. En rigor, lo único que comparten las personas homosexuales es la atracción hacia personas del mismo sexo, porque, de resto, pertenecen a clases sociales distintas, tienen diferentes niveles educativos, culturales, valores, ideologías, caracteres, y estrategias variopintas para desempeñarse en una sociedad heterocentrada.
En un nivel más sociológico que psicosocial, podemos decir que para establecer y estabilizar una diferencia y constituir una distinción con éxito, debe contarse con un posición de poder:

(…)

Cabe acotar aquí que en la sociedad también encontramos grupos e individuos con actitudes positivas hacia la homosexualidad que se manifiestan en distintos grados como el apoyo explícito a los derechos de lesbianas y gays, la admiración de sus fortalezas, la valoración de la diversidad sexual y la ayuda participativa como aliados o activistas. En cuanto a la homofobia, se establecen los siguientes niveles:

1. REPULSIÓN. La homosexualidad es vista como un .Las lesbianas y los gays son enfermos, locos, inmorales, pecaminosos, malvados,etc. Todo se justifica para cambiarlos: la prisión, la hospitalización, las terapias aversivas, los electroshocks,etcétera.

2. LÁSTIMA. Chauvinismo heterosexual. La heterosexualidad es más madura y desde luego preferible. Toda posibilidad de debería ser reforzada, y sentir lástima por aquellos que parecen haber nacido . .

3. TOLERANCIA. La homosexualidad es simplemente una fase del desarrollo por la que pasa mucha gente en la y la mayoría .Por lo tanto, los gays y las lesbianas son menos maduros que los heterosexuales y se los debería tratar con la misma indulgencia y protección que se usa con los niños.

4. ACEPTACIÓN. Aún implica algo que necesita ser aceptado. Se caracteriza por afirmaciones como .. <¡No tengo problemas con eso, mientras no hagas alarde de ello¡>.(Maroto,2006:65).

Este último nivel es común porque la homosexualidad ha estado sometida a la estrategia del silenciamiento y el secreto. Aplicar la sordina en este campo dice mucho. Algunos gays y lesbianas despliegan comportamientos diferentes de acuerdo al grado de homofilia u homofobia que crean percibir en los distintos entornos sociales. A una manera análoga al Zelig de Woddy Allen, se mostrarán asexuados, heterosexuales u homosexuales, según las circunstancias. Si en la fila del cine puede parecer adecuarse al estereotipo masculino, entre grupos de pares puede actuar como una . El cambio puede reflejarse en la misma voz.

La homofobia depende del género; es interclasista y adquiere las modalidades de la discriminación social externa, la autocensura y la violencia física y simbólica. La homofobia genera violencia de género, que en la infancia y en la adolescencia toma la forma corriente de insulto. El encarcelamiento, la tortura, la lapidación, el asesinato y el maltrato son modalidades de represión aplicados a los homosexuales según el contexto sociocultural que se trate. Para escapar a las presiones sociales, los varones que entienden disponen de diversas estrategias, entre las que se ha encontrado la emigración a las megalópolis. Paradójicamente, la homofobia no solo interpela a los gays sino a todos los varones con la sutil amenaza de degradarlos a maricos o a un estatus equivalente.

En el plano lingüístico se observa un sinnúmero de ejemplos del tema que nos ocupa y que se basan en el poder generativo del lenguaje, en su capacidad de empoderar, desempoderar, sanar, herir o difamar. Además de la mirada que pretende infravalorar, una palabra puede estigmatizar y sugerir que los homosexuales son anormales o raros. El insulto establece una relación de asimetría y puede permitir transmutar a los otros en meros objetos. Asimismo, el silencio puede poseer una intención benévola o degradante. (Maroto,2006).

La ideología cultural heteronormativa se plasma en normas y reglas institucionales que le otorgan ventajas a las relaciones heterosexuales por sobre las homosexuales, consideradas menos morales o peores. En la misma Unión Europea el informe Voogd distingue tres tipos de países en lo que se refiere a la discriminación legal de gays y lesbianas. Así como establezco una distancia crítica en relación al término homofobia, también lo hago con respecto a sus taxonomías, con lo cuales podemos correr el riesgo de ver homofobia donde operan otras determinaciones.

La homofobia precedió y persistió al nazismo, cuyo régimen no la creó pero si la llevó a un espeluznante paroxismo. De hecho, la homosexualidad se castigará tanto en Alemania como en Europa y EEUU, tres décadas después de la segunda guerra mundial. Empero, el nazismo como otros totalitarismos de izquierda, constituyeron experiencias extremas del fenómeno en cuestión. La dictadura alemana se proponía eliminar o segregar físicamente a los individuos considerados débiles y dañinos, sobre la base de un biologicismo racista que parte de la tesis de la infección o contagio (Pasteur y Koch). La Oficina Especial (IIs), un subdepartamento ejecutivo II de la Gestapo, fue creada para combatir el aborto y la homosexualidad. Esta última era considerada un vicio que merecía la encarcelación en pro de la , pero si esta no se producía eran deportados a los lagers, en donde tuvieron los índices de supervivencia más bajos. La biopolítica fascista necesitaba abundante mano de obra para trabajar en la industria competitiva alemana y para alistarse en la guerra.
(…)Lo peor de la homosexualidad para nazis como Himmler, no es que disminuyera el número de nacimientos, hecho grave en sí, sino que los homosexuales eran cobardes y mentirosos: lo primero por afeminados, lo segundo por debilidad de carácter. Es decir incapaces de soportar las presiones y la lucha, y por lo tanto inútiles para servir en el ejército o asumir cargos que implicaran actividades de complicidad…
Esto choca con la tradición imperante en el mundo antiguo, que más bien pensaba lo contrario, es decir, que eran modelos de virilidad y cumplimiento de los deberes cívicos(…)(Ugarte en Buxán, X:70).

Los totalitarismos de distintos signos han sido implacables con la homosexualidad. Democracia no es sólo igualdad de oportunidades, democracia es también aceptación de las diferencias, es decir, pluralismo, étnico, cultural, sexual. Para Hitler los homosexuales éramos subhumanos y nos ponía a hacer fila con los judíos en las puertas de los hornos de cremación. . Fidel Castro nos persiguió sin piedad, tal como confiesa “autocríticamente” Ernesto Cardenal, en su texto “En Cuba”.

El grado de cumplimiento de la masculinidad está relacionado hondamente en la cultura occidental con el binomio activo/pasivo. En principio se definen cuatro tipos masculinos en función de la normatividad de género: el anciano, el héroe, el efebo y el afeminado (y sus variantes). Este modelo jerárquico de masculinidad está presente en la Grecia Clásica y en el Renacimiento. En este sentido, el sexo anal evoca para el receptor, pasividad y sumisión. Sin embargo, los códigos sociales pueden definir situaciones ocasionales y excepcionales, en las cuales penetrar maricos, confirma a los hombres de verdad que realmente lo son.

En estos términos, la masculinidad es un estatus adquirido, frágil, que puede perderse. Es teatral y mítica y como tal debe relatarse. Por eso, los hombres invierten tantas energías en demostrar que la . Sin embargo, el sujeto se encuentra en una posición inestable, como efecto de las constantes renegociaciones de su identidad. Esta última es percibida dentro del conjunto de opciones preestablecidas en la red cultural de discursos.

A medida que avanzan los movimientos feministas y gays en sus reivindicaciones, los hombres portadores de los valores de la masculinidad hegemónica se sienten más vulnerables e inseguros, lo cual crea temor y mayor animadversión. No se desea compartir las tradicionalmente privilegiadas cuotas de poder, ni ser confundidos con ellos.

(Tomado de “La homofobia: heterosexismo, masculinidad hegemónica y eclosión de la diversidad sexual”, de Carlos Colina)

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