martes, 27 de septiembre de 2011

La Familia Nuclear Proletaria y la Homofobia


La familia burguesa discutida por Marx y Engels se basaba en la premisa de que un individuo burgués masculino debía tener acceso sexual exclusivo a su esposa (para garantizar que sus propiedades fueran heredadas por descendientes de su propia sangre). Para esto no era necesario prohibir la actividad sexual extra marital (ya fuera homosexual o heterosexual) del esposo. Estas actividades no amenazaban la línea de sucesión de propiedades, así que no había una necesidad obvia para prohibirlas. Sin embargo, el establecimiento de la familia nuclear como la institución social doméstica primaria para el proletariado y otros estratos plebeyos requería de estos tabúes.

En parte era sólo una cuestión de suprimir alternativas que no fuera la familia nuclear, con efectos potencialmente perjudiciales. Cuando se está intentando convencer al pueblo de que la felicidad consiste en que el hombre trabaje en una fábrica con la mujer cuidando de cinco hijos en la casa—lo cual no es una tarea sencilla para empezar—entonces no ayuda el permitir configuraciones domésticas más agradables. Las parejas homosexuales o los grupos de solteros con acceso a prostitutas, o cualquier otra combinación bohemia, pueden verse como alternativas más interesantes, más satisfactorias, o con más comodidades materiales, que ser parte de una familia proletaria.

Existe otra tendencia más de la génesis de la homofobia moderna. Bajo el capitalismo del siglo 19 el factor central que condicionaba la vida doméstica proletaria era considerar que el costo total de criar a la próxima generación era una responsabilidad individual y no una responsabilidad social. Los niños no podían sostenerse a sí mismos económicamente, ni tampoco podían hacerlo los que los cuidaban. La familia nuclear requería que la madre y los hijos fueran sostenidos económicamente por un hombre, que fuera lo suficientemente productivo para ganar un salario que cumpliera con este propósito. Esto implicaba que se retrasara la tenencia de hijos, lo cual, con la ausencia de la tecnología moderna de planificación familiar, requería de los adolescentes una gran dosis de abstinencia sexual. Esto no se conseguía con facilidad. Tenía como consecuencia un cierto nivel de frustración y de tensión social y requería el apoyo de la autoridad religiosa, así como de la intervención estatal a través de leyes que fijan la edad de consentimiento y otras.

Se crean dificultades si se prohíben las relaciones heterosexuales de los adolescentes a la vez que se permiten las homosexuales, a menos que esta homosexualidad adolescente sea cuidadosamente institucionalizada, como se da en las escuelas públicas inglesas. Consecuentemente, durante los últimos años del siglo 19, había el temor de que si no se ejercía la debida presión para contrarrestarlo, los libidinosos adolescentes masculinos canalizarían sus energías en dirección al homosexualismo. El miedo de que la heterosexualidad sucumba al asalto homosexual frecuentemente se da como la justificación de las medidas en contra de los homosexuales en este período. El miedo a que “la juventud se corrompiera” junto a la importancia de mantener el poder del padre en la familia contra cualquier contendiente homosexual eran temas esgrimidos por los fiscales, jueces y periodistas durante los juicios contra Oscar Wilde en los años 1890s, los cuales fueron cruciales en la articulación y estructuración de la moral anti-homosexual en Gran Bretaña y en otras partes (vea por ejemplo, H. Montgomery Hyde, Oscar Wilde, 1976).

A las mujeres se las veía con menos significación social y esencialmente asexuales. Por esto, sus vidas sexuales no fueron sometidas a una persecución tan activa. Las jóvenes eran mucho más supervisadas que los hombres y en gran mayoría eran mantenidas dentro de sus casas. El mayor éxito obtenido en la supresión de la sexualidad adolescente femenina significa que el lesbianismo era mayormente ignorado, en general, el prejuicio homosexual extremo se restringía a los hombres. Generalmente se describía la actividad lesbiana como mujeres que tenían un comportamiento “masculino”.

(Marxismo y los Derechos de gays y lesbianas, Capitalismo y Homofobia)

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