(Fragmento tomado de “El Orden corporal y esterilización Masculina” de Mará Viveros Vigoya)
Sí los humanos necesitan un régimen que tenga en cuenta, con íantü minucia, todos los elementos de su fisiología, la razón es que tienden sin cesar a apañarse de ella por cl efecto de sus imaginaciones, de sus pasiones y de sus amores (Michel Fcucault 198 7: 126) La estabilidad de las relaciones sociales ha sido buscada a través de la disciplina
y la restricción del deseo de los cuerpos y la regulación dc las pasiones. «Tanto para Weber (1962) como para Foucault (1980, 1991), los modelos religiosos de pensamiento y practica proporcionan un sitio histórico para el desarrollo y la difusión de la vigilancia racional de las poblaciones» (Turner 1989: 202). Desde esta perspectiva, se puede señalar que la vida cotidiana ha sido convertida en objeto de constante escrutinio, y que el individuo, liberado de la autoridad religiosa, se ha sometido a puntillosas regulaciones de su comportamiento. En efecto, la vida de hoy se orienta cada vez más hacia fines racionales de acuerdo con normas de comportamiento claramente pautadas y con regímenes de control ejercidos incluso sobre sus espacios más íntimos.
En este sentido, la vasectomía puede ser entendida como un método que por su carácter irreversible permite un control absoluto sobre el número de hijos y un modo de vida ordenado hacia fines diferentes a la procreación y la crianza. Dicho de otro modo, el recurso de la vasectomía puede set experimentado como una forma de protegerse del relativo desorden y el azar de los métodos anticonceptivos temporales, orientando las metas hacia el trabajo disciplinado y regulado, y los objetivos de bienestar familiar. Esta moderación reproductiva puede ser considerada también como una expresión del ejercicio de la racionalidad y del predominio de la voluntad sobre los impulsos genésicos. Es importante recordar que el control racional es considerado una virtud propia de los varones ya que la dificultad de dominar los impulsos(13) puede ser asimilada a una posición de debilidad del individuo y, por lo tanto, asociarse a la dependencia y pasividad que caracteriza la situación de la feminidad e n el orden social y sexual vigente.
A modo de ilustración (preservando el anonimato de las personas y las organizaciones a las que hago referencia), quiero analizar el proceso de toma de decisión de la esterilización masculina en una pareja de profesionales de mediana edad. Juana y Jorge constituyen una pateja de profesionales exitosos y estables en sus carreras, aspecto que ha configurado uno de los rasgos más relevantes en su trayectoria de pareja. Se casaron hace 13 años y tienen dos hijos varones: el primero de 11 años y el segundo de 8 años de edad. Algunos de sus datos biográficos son de una llamativa similitud: tienen la misma edad, ejercen profesionalmente en el campo de la salud desde hace 15 años y han tenido una trayectoria y un desarrollo laboral comparables y paralelos, aspectos que resultan determinantes en el tipo de comunicación que han establecido entre ellos.
Desde el punto de vista de Juana, su pareja se puede definir a partir de la capacidad y habilidad para ia planeación, características que ha demostrado especialmente su esposo, a lo largo de los años. La organización y previsión más o menos detallada de sus actividades profesionales, familiares y de recreación, y el control de las finanzas familiares son prácticas constantes en su vida cotidiana.
Esta manera de construir la convivencia familiar ha ido consolidándose a lo largo del tiempo, particularmente por iniciativa de Jorge. Juana afirma: «El me construyó, porque yo antes era muy desorganizada en mi casa. Yo creo que él me ayudó mucho, porque él siempre ha sido muy metódico... él ayudó a que yo cambiara... yo tenía la forma de ser de él, pero me faltaba un empujondto». Es decir, para Juana, su marido le dio forma organizada a su materia desordenada.
La búsqueda del éxito profesional y las metas de bienestar económico constituyen el terreno sobre el cual se ha construido buena parte de las decisiones reproductivas de esta pareja. Es en este contexto en el que se puede ubicar el proceso mediante el cual adoptaron como método de anticoncepción la vasectomía.
Desde siempre, habían considerado que su expectativa reproductiva estaría cubierta con dos hijos (preferiblemente del mismo sexo). Jorge expresa; «Yo he sido un tipo pragmático y un poco obsesivo en eso. Yo me pongo metas y las cumplio. Con mi esposa dijimos que dos hijos y no más, y ella estaba de acuerdo. Siempre coincidimos en el número de hijos y que fueran del mismo sexo: ella quería hombres y yo mujeres...». Consideraba el entrevistado, al igual que su pareja, que «dos hijos, pues... listo,... pero uno más... tiene uno que empezar a criar y eso son cinco años más. Mi esposa pensaba en esto. Para mí la parte financiera pesaba en un 80% y la emocional en un 20%». Su testimonio ilustra las distintas perspectivas desde las cuales los varones y las mujeres evalúan la llegada de un hijo y la forma como las decisiones procreativas pueden inscribirse de forma coherente, en una historia de vida y en el ámbito de una pareja.
Se puede establecer una continuidad entre su representación de la paternidad y la decisión de adoptar un método contraceptivo definitivo. Si atendemos a la siguiente de sus tespuestas, observaremos cómo el entrevistado extiende, desde su propio relato, un camino lógico de consideraciones entre su forma de entender y vivir la paternidad y la vasectomía: «En ese momento en que nosotros decidimos tener dos hijos, a mí la paternidad se me volvió un problema, cuando el segundo, porque en cualquier momento salta la liebre y podría venir un tercero.
Esa es la razón principal por la cual yo me vasectomicé... mi esposa usó dispositivo durante un año después de la vasectomía, por pura seguridad, porque a mi sí me daba pánico un tercer hijo. Es más, yo soñaba, tenia pesadillas con tener un tercer hijo, para mí era una pesadilla tener tres hijos [...] Representaba fundamentalmente una sobrecarga económica, no emocional...».
Asi que una vez que se produce el segundo embarazo, la posibilidad de la esterilización
se erige con claridad, es decir, que una vez cumplida la meta procreativa la decisión cobra para ambos plena vigencia. La eventualidad de continuar empleando métodos temporales estaba de por sí descartada. Dada las contraindicaciones médicas de la esposa para practicarse la esterilización, corresponde al esposo proceder en consecuencia. Esta decisión se apoya además en el sencido del deber del que hace gala el marido. La vasectomía es significada entonces como una exptesión de tesponsabilidad, aspecto muy valorado socialmente: «Los hombtes que se practican la vasectomía son muy conscientes de la responsabilidad que tienen sobre sus hijos y ésta es una forma de participar activamente en la planificación».
Dice el entrevistado que la decisión propiamente dicha fue realmente tapida y «pudo haber durado un par de horas». Expresa no haber comentado acerca de su decisión ni haber buscado información con otras personas, ya que su condición profesional le otorgaba pleno conocimiento sobre el procedimiento. Reporta que durante el proceso de toma de la decisión, la actitud de su esposa constituyó un apoyo importante y cree que el acuerdo existente en aquel entonces se ha mantenido invariable: «Nosotros hicimos la vasectomía y jamás volvimos a hablar de eso, como si hubiera llovido el 28 de diciembre y no más. La opiniónde mi esposa no ha cambiado, porque nunca se ha vuelto a tocar el tema, ni para bien ni para mal. Mi opinión tampoco ha cambiado». Podría pensarse que dicha decisión expresa el deseo de Jorge de planear y vigilar el curso de la vida familiar y hace parte de los ámbitos que como varón debe mantener bajo control.
En este mismo orden de significados, el entrevistado valora su decisión, como una muestra de responsabilidad, pero también como expresión de sus ideas progresistas: «Para mí es un orgullo hacerme la vasectomía y dentro de un grupo machista latino, en el que la gente le huye a eso y tiene muchos tabúes, es un orgullo... porque mucha gente le tiene miedo a eso y no lo hacen por falta de verraquera o por esos tabúes. A mí me enorgullece el hecho no de ser vasectomizado, sino de haber tomado una decisión, que para mí refleja cierta madurez |...| Yo creo que la decisión es fácil, mientras uno tenga el carácter y la personalidad para hacerlo...». La decisión supone para él características comportamentales y actitudinales —la templanza en el carácter, la univocidad de las decisiones— que no sólo son percibidas como atributos individuales, sino como rasgos convencionalmente adjudicados a los varones.
El conjunto de elementos expresados puede conducirnos a pensar que la vasectomía puede ser percibida como una prueba de virilidad(14) en el marco de la adhesión al discurso moderno igualirarista. La idea de igualdad entre hombres y mujeres es históricamente reciente, sobte todo en el ámbito privado. Y aunque efectivamente se esté lejos de esa tealidad, no se puede subestimar la fuerza social de esta idea ni la rapidez y amplitud de los cambios (Kaufmann 1992). Si bien todas las parejas entrevistadas no tienen pactos conyugales igualitarios, todas hablan de éstos, como si un imperativo social las obligara a tomar posición y justificarse frente a éstos. El hombre que no adhiere a este modelo se siente culpable de no aplicar el derecho y las reglas morales unánimemente reconocidas. Los hombres que han resuelto practicarse la vasectomía no describen en forma neutra su decisión: la vanidad permea sus palabras, y se pueden percibir algunos rasgos de exageración en su relato que los describe como héroes modernos. Las mujeres mismas hablan con orgullo de estos hombres, sobredimensionando el valor de su decisión. La vasectomía se convierte entonces en una forma de confirmar el acceso del varón al estatus de la masculinidad adulta en las sociedades modernas, en la cual se privilegia la responsabilidad en relación con la mujer y los niños y la respetabilidad en el ámbito público sobre el desempeño sexual (Viveros y Gómez 1998).
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13 Es interesante señalar que paralelamente al estereotipo del varón racional coexiste el estereotipo
de una sexualidad masculina irrefrenable.
14 Es importante recordar con Gilmore (1994) que la masculinidad como «la forma aceptada
de ser un varón adulto en una sociedad concreta» es algo que debe ganarse, y que una vez
que se logra debe mantenerse porque se puede perder nuevamente.
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