viernes, 2 de septiembre de 2011

El Laberinto del Malestar Trans y La Complejidad de la Transformación Social (Segunda Entrega)

La dimensión “subjetiva” del malestar de género

Si tomamos en cuenta esta dimensión subjetiva (del malestar de género y/o trans) nos podemos encontrar con la paradoja de querer introducir cambios en la sociedad y en nosotros mismos, para reducir el padecimiento humano vinculado a las exclusiones que el MODELO NORMATIVO DE GÉNERO produce (discriminación, maltrato, marginación, opresión, violencia médica, estigmatización, autoprejuicios, medicalización, etc.) y hacerlo con un coste de dolor/padecimiento tan alto y continuado que suponga un grado de padecimiento igual o superior al que queremos combatir (ejemplos: operaciones quirúrgicas muy complejas y cronificadas para cambiar de sexo, defensa de posturas maniqueistas y radicalizadas a partir de posturas enfrentadas que no pueden dialogar, no contextualización de las demandas y/o propuestas de cambio, dogmatismo, miedo a la diferencia en el interior de los colectivos sociales, etc.).

¿Tiene esto algún sentido? parece que no, si tomamos una perspectiva ética además de una política. Surge entonces un PROBLEMA NUEVO a pensar ¿cómo gestionar la dimensión subjetiva del padecimiento o malestar en el marco de los movimientos sociales y la transformación social? Problema que como mínimo implica dos cosas:

a) Lo que denominamos malestar o padecimiento de género tiene una dimensión subjetiva y heterogénea y no es objetivo ni universal y b) esta condición anterior tiene dos consecuencias muy importantes: i) la posibilidad de negar el malestar y ii) fruto de esta primera consecuencia, surge la dificultad de transformar dicho malestar de manera efectiva y común. Vamos a explicarnos poniendo algunos ejemplos ficticios de voces, pero inspirados en estudios empíricos reales consultados.

i) La posibilidad de la “negación” del malestar/padecimiento de género

Si el malestar es subjetivo, es algo que puede ser negado fenomenológicamente. Pero como mínimo habría 2 maneras diferentes de hacerlo: a) mediante “la construcción de una coherencia identitaria discursiva”, o b) mediante “dejarse llevar por las necesidades sentidas del aquí y ahora, sin elaboración crítica de éstas”.

Expresiones que ilustran la primera manera serían: “ser gay nunca me ha hecho sufrir... me siento bien así...”, “soy muy feliz siendo hetero...”, “la operación de sexo me permitió volver a nacer, soy otra persona... desde entonces..”, “la identidad transexual me ha dado un sentido personal en el mundo”, “supe que era una mujer maltratada cuando me lo dijeron en una asociación de mujeres, antes de ello creía que estaba bien”, etc.

Son discursos que ponen en primer lugar, la voluntad, frente los afectos o necesidades (como probablemente diría Gerard Coll-Planas uno de los editores del libro) y al mismo tiempo la búsqueda y afirmación de una identidad coherente, dejando de lado mediante una naturalización las dificultades y padecimientos asociadas a esta voluntad y afirmación de identidad, y también sus ambivalencias y contradicciones. Pero también se dan expresiones a la inversa (que serían una segunda manera de negación del malestar) basadas en “el dejarse llevar por las necesidades vividas” por ejemplo cuando alguien dice que “su necesidad vital es operarse y cambiarse de sexo, pase lo que pase… ¡prefiere arriesgar su integridad física a vivir así!” prioriza su necesidad o deseo, sometiéndose sin poder decidir, ni relativizar o desplazar determinados sentimientos.

Empezaremos refiriéndonos a esta afirmación anterior (centrada en la necesitad/deseo). Respecto a ella, podríamos decir a la vez que “es verdad” (¡sin el menor asomo de duda!) pero también que “no lo es del todo”, por aquello que la norma habla por nosotros más que hablar nosotros mismos, como han planteado Foucault y Butler) y por lo tanto, que hace falta trabajar por el desplazamiento/cambio de ciertas necesidades, que se viven como absolutas, propias e inalienables, y a la vez, por el reconocimiento de otras posibilidades diferentes que son invisibles, debido a nuestra sujeción primaria al orden social dominante.

Y seguimos, aludiendo a las afirmaciones de más arriba, referidas la primera manera de negar el malestar (centradas en la voluntad y afirmación de una identidad coherente) que por supuesto, también “son verdad”, y “no lo son” a la vez, porque muchas veces denotan una desconexión de las emociones y los afectos. Afectos provocados por la violencia que ejercen las normas de género sobre nuestros cuerpos y subjetividades en nuestra sociedad transfóbica, homofóbica, y patriarcal, de los que desconectamos a favor de una racionalización de la experiencia. Desconexión que, por otra parte, habitualmente acaba pasando factura y que no implica que no haya padecimiento, sino que lo hace emerger de una manera más indirecta, abrupta y difícil de descifrar (mediante enfermedades físicas y somáticas, dolor crónico, cáncer, etc... o padecimiento mental excesivo, intentos de suicidio, depresiones graves, autoagresiones, etc...). Esta es la razón por la cual hace falta intervenir de alguna manera en el asunto, pero como el recurso autoritario nunca es de recibo, hará falta trabajar en la línea de contar con la participación del sujeto implicado, surgida fruto de la voluntad y el deseo de transformarse a si mismo y de transformar el mundo.

La voluntad y los deseos, no tendrían que ir por caminos totalmente separados, porque esto nos hace más vulnerables, pero en situaciones sociales difíciles como es la del colectivo trans en el momento actual, muchas veces se da dicha separación, fruto de la situación. Aproximar la voluntad y el deseo, implica hablar del ejercicio de prácticas de libertad en el sentido de Foucault, necesarias para que se den procesos de transformación social y subjetiva.

La tensión entre la voluntad y el deseo es continua y necesaria para la vida social (seamos o no conscientes de ello, debido a nuestra naturaleza de seres sociales) pero cuando ésta se transforma en polaridad y disociación, puede conducir a la absolutización de sus polos, lo que genera una fuente de padecimiento igual o superior al malestar o padecimiento que queremos combatir (relacionado con la discriminación y exclusión sociales de la diversidad y las diferencias humanas sexuales padecido por el colectivo trans), por lo tanto se convierte en una herramienta ineficaz para nuestros propósitos. Serian ejemplos de esta polaridad y disociación, la ruptura total del diálogo o el inicio de exclusiones mutuas, al interior del movimiento social trans, o el cultivo de la ignorancia sobre la existencia, y la incomprensión de las razones, de la heterogeneidad dentro del movimiento social trans.

Dada la heterogeneidad del movimiento social trans, en el aquí y ahora, deberíamos intentar no cerrarnos en un ideal abstracto y deseable como lo puede ser la despatologización a pesar de su gran atractivo (confundiendo el lugar de llegada con el lugar de partida) ni tampoco obstinarnos en convertir en verdad absoluta las necesidades imperiosas del aquí y ahora contingentes, como lo puede ser la necesidad vital de una coherencia entre el sexo y el género al coste que sea (confundiendo el lugar de partida con el lugar de llegada). Es decir, no confundir deseo y realidad y asumir que la realidad contemporánea es mucho más compleja, heterogénea y terca del que nos gustaría, pese a estar producida socio-históricamente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario


Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...