ii) La posibilidad de “desplazar” el malestar/padecimiento de género.
Decir que el malestar y el padecimiento, producidos por sociedades normativas de género y transfóbicas como la nuestra, es subjetivo, particular y situado, quiere decir que se puede desplazar, transformar, reducir y cambiar puesto que no tiene ninguna esencia ni necesidad de ser, sino que es el producto de unas relaciones sociales y de poder, de un contexto social y de una historia particular y contingente. Así, una condición previa para el desplazamiento del malestar de género es su visibilización (empresa a la que se dedica intensamente y brillantemente este libro) primero social, pero también individual y subjetiva, que necesariamente desemboca en un proceso de transformación cultural, subjetiva e intersubjetiva; eso sí un proceso lento para los tiempos que corren, en el que los ritmos son heterogéneos.
Este cambio o transformación no se puede hacer solo de manera individual, por voluntad propia, o de forma cognitivo-racional-ideológica, sino que ha ser un proceso conjunto y colectivo, en el que los afectos, las relaciones sociales y los vínculos, además de la reflexión analítica crítica son básicos, debido a nuestra necesidad como seres sociales de reconocimiento por parte del otro (y más cuando sufrimos una situación parecida…) por el hecho de ser constituidos socialmente; es nuestra vulnerabilidad como seres sociales. Además, la naturaleza de esta transformación será un proceso caracterizado por cierta tensión y contradicción, entre lo que espera la norma social de género dominante de nosotr@s y lo que queremos y podemos nosotr@s construir en su lugar. En este sentido, lo importante no será la coherencia interna (que es un efecto de control social), ni la armonía (que es un efecto publicitario de la cultura hedonista actual) sino la consistencia y la capacidad de escucharse a si mism@ y a los otr@s, entender la situación en la que se está y decidir ante ella (en términos de relaciones de poder y agencia) en cada contexto preciso, tolerando las propias necesidades de reconocimiento y asumiendo las propias fuerzas de cambio, en un@ mism@ y en l@s otr@s. Ni que decir tiene que todo esto es mucho más fácil en la teoría que en la práctica, pero esto no quita que sea una buena fórmula, como pone de manifiesto claramente el libro que presentamos.
Trabajar por esta transformación social y subjetiva en estas condiciones requiere de recursos heterogéneos y de análisis complejos en términos de comunicación, intervención, comprensión de la subjetividad, acción colectiva y capacidad de análisis crítico. Recursos y análisis que apenas en los últimos años, estamos empezando a producir en relación a las cuestiones trans, publicando sobre el tema, debatiéndolo sin prejuicios, agrupando personas heterogéneas para hacerlo, sin protegernos en nuestro pequeño grupo autocomplaciente, cambiando leyes y viendo lo que genera, y siendo tolerantes con nuestra vivencia pero al mismo tiempo sin absolutizarla ni hacerla universal. El Género desordenado, como producto, constituye el resultado pionero de multitud de estas innovaciones.
Este libro es una herramienta muy valiosa para ayudar a aproximar voluntades y deseos (para que anden más a la par…) a partir de la construcción del diálogo que se propone (complejo y difícil porque tiene que articular ideología y necesidades particulares y situadas) entre experiencias, percepciones y posiciones heterogéneas, lo cual puede permitir aperturas, reconocimiento y transformaciones en personas que han sufrido grados amplios de no reconocimiento. Por ello queremos plantear la cuestión siguiente: ¿lo más importante en un movimiento social es el resultado o la demanda final unívoca...o más bien, es el proceso de reconocimiento mutuo que este posibilita (y creemos debería posibilitar al máximo) reconociendo una pluralidad de demandas para que éste sea factible? Pluralidad de demandas que se deberían poder articular, a corto plazo, de una manera pragmática ante la sociedad, y traducir a largo plazo en una demanda articulada más utópica, como puede serlo la despatologización total de la transexualidad que el libro plantea.
Por otro lado, este libro proporciona pistas sustanciales (en su forma y contenido) para ir respondiendo a preguntas complicadas que lo atraviesan, como por ejemplo:
i) ¿Cómo podemos hacer participar al sujeto “generizado” en la transformación de un problema social, que a veces, ni siquiera siente que tiene? (¡Pregunta muy difícil pero abordable!) concienciación, cultura crítica, movimientos sociales abiertos y con capacidad de autocrítica que prioricen el reconocimiento mutuo, etc.
ii) ¿Cómo se construye, y qué quiere decir en cada caso y contexto, una “vida mejor” en términos de libertad, reconocimiento y consideración del otro (una vida vivible e inteligible en palabras de Judith Butler)?
Parece que asegurar la participación de todo el mundo sólo se puede hacer interviniendo en la condición social y cultural de las personas, y proporcionando o facilitando el máximo de recursos posibles (de información, sociales, afectivos, etc.) para que cada cual pueda realmente escucharse, reflexionar, conversar, decidir y actuar en consecuencia.
Pero sabemos que aunque nos dirijamos a todo el mundo con los mismos recursos como hace este libro (¡si esto fuera posible en la práctica!) la tolerancia, la vulnerabilidad y la capacidad de cada cual por transformar y desplazar su propio malestar en relación al género normativo será diferente, puesto que depende de su historia personal y de la fortaleza consecuente, del contexto y las condiciones sociales actuales, en este sentido, los recursos también deben ser heterogéneos. Es por ello que igual hemos de asumir que la lucha del movimiento social en este momento será heterogénea en cuanto a demandas sociales concretas pero puede converger más en cuando al análisis y la utopía a la que se tienda, sin
confundir los dos niveles. La idea de un colectivo homogéneo es quimérica ahora mismo, pero lo que sí debería ser posible es poder tratar y dialogar con las diferencias dentro del movimiento social, y desde todas las posiciones. Este es precisamente el camino que este libro inicia de manera pionera en nuestro estado…, al menos desde la posición de la despatologización…, esperemos ahora también la apertura al diálogo desde las otras posiciones del movimiento…para poder seguir pensando, moviéndonos…y transformando el mundo y a nosotr@s mism@s...
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Butler, Judith (1997/1998). Mecanismos psíquicos del poder. Valencia: Cátedra.
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