martes, 30 de agosto de 2011

Políticas Trans. Agendas sociales para una arqueología de las sexualidades binarias

Por Alba Rueda

La preocupación actual de las organizaciones sociales LGTB, de mujeres lesbianas, varones gays y personas trans, sobre las profundas desigualdades sociales que vivimos las personas TRANS: travestis, transexuales y transgénerxs en el ejercicio de nuestros derechos económicos, sociales y culturales –DESC- produce un interés nunca antes visto en el movimiento social de diversidades sexuales.

A pocos meses de la aprobación sobre el Matrimonio Igualitario las organizaciones sociales LGTB acuerdan por primera vez -sin mucho debate- que el tema de interés actual es la Ley de Identidad de Género, que versa sobre el reconocimiento del Estado al uso del nombre con el que nos identificamos socialmente las personas travestis, transgénerxs y transexuales. Para poder acceder al derecho del reconocimiento de nuestra identidad se elabora una batería de proyectos de ley con el objetivo que el parlamento debata y apruebe en el recinto una ley fundamental para nuestra comunidad.

No obstante, más allá de la voluntad creciente de reducir los niveles de exclusión que vivimos las personas travestis, transexuales y transgénerxs, problematizar la relación entre género e identidad del colectivo TRANS pone en debate una complejidad histórica sobre el planteo crítico a las relaciones de poder que articulan nuestras sociedades, especialmente la condición indiscutida del “sexo” “natural” estructurante del binarismo heterosexual –varón, mujer-; sobre este punto voy a desarrollar algunas consideraciones de pertinencia.

I – Las Bases

Discutir la materialidad del sexo y/o la dualidad sexual (hombre/mujer) es preguntarse por la construcción de la heterosexualidad, particularmente en su proceso de abyección1 y exclusión de las variantes de las diversidades sexuales y expresión de géneros, allí se sitúa la historia del travestismo. Puntualmente, me refiero a las prácticas reiteradas donde el lenguaje fija los efectos que produce y al modo performático donde se constituyen las normas reguladores del “sexo” consolidando el imperativo heterosexual. Este proceso no debe considerarse desvinculado de lo abyecto por él, lo negativo de lo “verdadero” que se instituye en la matriz heterosexual obligatoria. Es en esa formación de normalidades, el travestismo se sitúa como amenaza, repudio y exclusión.

Entonces, afirmar la legitimidad de un orden heterosexista implica un proceso de construcción a través de un repudio constante y un refugio contra la angustia castrante de las diversidades de sexualidades. Así, una búsqueda de hegemonía a través de la perpetuidad –reproducción sexual- requiere de la producción de una heterosexualidad normativa, racial y clasista. La trilogía que compone esta producción de sentidos y normas sociales está relacionada con modelos de sociedad, familia burguesa, de hegemonía heterosexual monogámica y de elitismo racial. Es por ello que el modelo aludido sólo lo representa como ideal regulatorio el hombre, blanco, heterosexual, burgués. Las identidades disonantes se subvierten como negativo en relaciones de poder que designan y sujetan a los “alter” como parte necesaria de la reafirmación social, racial, sexual.

II - Subversión de la matriz heterosexual

Ahora bien, los aspectos performáticos que constituyen al colectivo de personas trans: travestis, transexuales y transgénerxs, evidencian estos actos y denuncian que la discriminación y el terrorismo hacia nuestras compañeras son efectos del poder que necesitó y utilizó el heterosexismo para constituirse en legalidad, es por eso que el travestismo es exclusión e invisibilidad dentro del mundo hetero.

La construcción de la identidad travestí se encuentra regulada por los desplazamientos y apropiaciones de un amor frustrado, constituyendo máscaras siempre falsas frente al natural y verdadero deseo heterosexual. Otra lectura, relaciona al deseo travestí como una variante del deseo homosexual; ésta postura interpela a investirnos de un cuerpo “natural” de “hombres” y de estar inscriptos forzadamente en prácticas sexuales idem a la homosexual. Estos análisis plantean numerosos problemas relacionados a la fijeza de algunos supuestos, como la “naturaleza” binaria de los cuerpos, lo “verdadero” de la heterosexualidad obligatoria y la unilateralidad de perspectiva que confunden prácticas sexuales e identidad de géneros.

Estas inconsistentes lecturas violentan y fuerzan al travestismo puesto que desterritorializan el proceso de identidad travestí, como negar un particular modo de la polimorfía sexual; sobre todo quisiera señalar en este punto que el placer, deseo y amor travestí, no se encuentra determinado únicamente por los modos que estos se producen, “natural” o culturalmente. Este reduccionismo ha llevado a confundir muchos de los procesos sociales relacionado al travestismo, particularmente en los aspectos que se refieren a los Derechos políticos y ciudadanos.

III - Disidencia Trans: travestis, transexuales y transgénerxs

En este sentido, las travestís, transexuales y trangénerxs hemos sido negadas de cualquier acción política de Estado que no sea establecer y regular el status quode la prostitución –reforzando y negando los mecanismos que nos fijaron en esos espacios. Sin embargo, las personas trans hemos intentado corrernos de estos modelos; por nuestra parte, nos representamos ligadas a lo que el movimiento queer pretendió en su primera etapa. Rescato para este punto el recorrido propuesto por Lohana Berkins que identifica en la primera mitad de los años noventa un momento de constitución política modificando el campo social lgtb denunciando la transfobia dentro del movimiento pero también resistiendo a las medidas de discriminación del aparato estatal –edictos policiales, códigos contravencionales y de faltas. Desde allí nos construimos acciones que permitió profundizar el modelo de reconocimiento de nuestras identidades como en la despatologización médica de personas travestis, transexuales y transgénerxs; incorporación en políticas públicas de sensibilización sobre vih/sida; respeto al nombre propio en hospitales públicos de Provincia de Buenos Aires; resolución mendocina de unificación de Padrones de votación electoral

Frente a la vertiginosa entrada a la “globalización” las travestís entramos en contacto con la terminología de la “Transgeneridad”, término que pretende capturar, en una de sus acepciones, la identidad travestí. Este modo de designar fue ampliamente adoptado por las compañeras latinas que se rebautizaron y a las organizaciones a las que pertenecían. Sin embargo, en Argentina la situación fue distinta, se optó por conservar el término “travestí” como un gesto de oposición a la hegemonía heterosexista que se constituyó históricamente con mecanismos performáticos de exclusión y abyección del resto de la diversidad de sexualidades. Se trató, entonces, de una politización de la abyección, en un esfuerzo por volver a inscribir sobre la historia del término, el término mismo.

Así, el travestismo en Argentina, pretendió ser el espacio de representación donde se resignifique la abyección de la transgeneridad para transformarla en desafío y legitimidad. Considero esta estrategia fundamental para crear visibilidad y conciencia de la diversidad de sexualidades al interno del movimiento LGTB; de este quizás se logre elaborar y establecer estrategias que nos protejan de los estigmas que integran la dinámica de poder del estado, éstos que nos excluyen del acceso a la Identidad, educación, la salud y el trabajo. Buscamos herramientas que nos permita sobrevivir en la era del vih/sida; quedar integradas en acciones políticas destinadas a nuestra comunidad, que nos permitan ser elegibles, visibles y legales en la sexualización de nuestros cuerpos; valoradas y merecerdoras de apoyo como el resto, donde las heridas, las muertes y maltratos que nos signaron no se olviden, ni se nieguen sino que se fijen como límites de lo infranqueable de la identidad e integridad de las personas travestís.

Por ello, la recuperación del proyecto social con memoria colectiva LGTB permite repensar la articulación política partidaria e instalar agendas que profundicen los valores democráticos, adoptando las políticas de la Identidad Trans en función de fortalecer la imagen constitutiva de todas las identidades sociales y expresiones de géneros, esto permite conducir un vector de la distribución económica y reconocimiento social incorporando complejos procesos de toma de conciencia de clases y lucha transversal a otros grupos sociales que comparten rasgos de exclusión como las explotaciones por situaciones de prostitución, para ampliar y adaptar un proyecto político donde la particularidad se transversaliza y se vuelve a sí un mismo para todas/os.

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1. Abyección como el acto-acción de arrojar fuera, desechar, excluir. Designa una condición degradada o excluida de los términos de sociabilidad; dentro de ella, se constituyen ciertas zonas abyectas que también sugieren amenaza y que constituyen zonas de inhabitabilidad que el Sujeto supone como amenazadora para su propia integridad.

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